martes, 9 de septiembre de 2014

Cosas que pasan cuando estás de vacaciones...

Se terminaron las vacaciones y ya estamos inmersos en un nuevo curso. Septiembre es una época de cambios, yo suelo hacer balance del año y pongo en una balanza aquello que me sirve y aquello que me sobra. Es época de ordenar de nuevo la dieta, los hábitos saludables como el deporte y para luchar contra el desanimo que a todos nos provoca el otoño comienzo a idear próximas escapadas o planes de futuro que adornen un poco el tedioso día a día, turno a turno. Tengo entre manos el inicio de algún curso y como leí en un libro, no hace mucho, hay que plantearse las cosas de la vida como "juegos". Todo aquello que nos divierta es bienvenido, hay que aprender incluso a "jugar" en el trabajo, hay que reirse más. Este es otro de mis nuevos planteamientos.
La evolución de nuestro nuevo hospital será protagonista en alguna nueva entrada, hoy quiero hablar de la mirada de la enfermera cuando está de vacaciones.
La deformación profesional de la enfermera me acompaña en mis ratos libres y en vacaciones más aún ya que estoy más relajada y miro más a mi alrededor. Reconozco que soy observadora y me fijo en las personas que pasan por mi lado, en la playa me encanta escuchar las conversaciones ajenas (soy culpable) y muchas de éstas giran entorno a la salud. Sonrío disimulada cuando hablan de tomar un "termagil" o hablan de su "diabetis". El otro día vi a un grupo de señoras mayores merendando las típicas galletas príncipe que mi abuela escondía en el bolso cuando íbamos a la playa. Después de la merendola veo cómo una de ellas se aplica sin ningún tipo de reparos la dosis de insulina en el brazo izquierdo, sólo siendo enfermera una le puede ver la gracia a eso.
En la playa también me llevo las manos a la cabeza cuando veo esos brazos tatuados de arriba a abajo mientras pienso "dónde pincharía yo a este en ese brazo". La gente debería pensar más en cuando se pongan enfermos antes de convertir sus venas en potenciales puertas de entrada a tintas de colores. Me fijo también en aquellas chicas que "parirán con dolor" ya que tienen tatuajes justo en la vertebra que hay que infiltrar para la anestesia epidural, ¡toma parto natural!Las venas son nuestra obsesión y a una enfermera se le cae la baba con un brazo atlético no por su atractivo si no por esas venas que llamamos "cañón" para las que calculamos el calibre del abocath que usaríamos.
 Los parches. Siempre pienso si será de nicotina, de nitroglicerina, de hormonas o de morfina. Hago un escaneo completo a su portador. Luego están las cicatrices, siempre pienso qué le sucedería a la persona y casi siempre llego a la conclusión de que son de prótesis de rodilla, de hernias o de apendicitis. Como veis le deseo males muy llevaderos a mis compañeros de playa. Las quemaduras solares son otro mal que hace saltar mi mirada, ¿cómo hay gente que toma el sol con esa piel en tensión y roja como el fuego?, ¡están locos!
El otro día en mi jornada de playa estuve preocupada por el bebé que tenía al lado, era en Tenerife, las cuatro de la tarde, agosto y el bebé no llevaba nada encima, ni una gorrita, ni vi al padre darle agua ni una vez. A punto estuve de irme por lo nerviosa que me puso.
Hace unos años en aquella misma playa la enfermera en vacaciones tuvo que acudir en ayuda de tres personas que habían caido desde el paseo a las rocas, ayudé a los policias y bomberos al triaje y en especial a calmar el ataque de nervios de una de las accidentadas que al oir "tranquila que soy enfermera" parece que ya estaba más aliviada de su dolor. En otra ocasión atendí a un guiri con una hipoglucemia en medio de un festival de villancicos.
Como veis ni en vacaciones una deja de ser enfermera ya que en mis ratos libres también recibo llamadas
de familiares para comentarme resultados de analíticas o mis amigos que me piden consejo de qué pastilla tomarse para poder dormir o buscan en mí la seguridad de que las decisiones que toman respecto a sus problemas de salud ya sean insomnio, malas digestiones, dolores articulares o heridas de zapatos son correctas. Tener una enfermera en casa siempre ayuda aunque a veces somos aquellas a las que menos caso hacen, eso sí siempre buscarán nuestra aprobación.
Me gusta ser enfermera, me gusta ser necesaria para aquellos a los que quiero y me gusta no dejar de ser lo que soy incluso en vacaciones.