lunes, 27 de abril de 2020

MI PRIMERA PASTILLA PARA DORMIR...

El puto bicho ha llenado de miedo la vida de todos. No os voy a explicar obviedades, sólo quiero contar “mi historia”. Necesito ordenarla, primero para mí y después si quieres leerla, también para tí.

Una noche de la semana pasada, tuve que tomar una pastilla para dormir por primera vez en mi vida. Siempre he aguantado bien las noches, los turnos y la falta de sueño. Tengo la capacidad de recuperarlo a cualquier hora, no me preocupa. Aquella noche, el silencio de la calle golpeaba en mi oido y se convertía en ruido. No podía dejar de escuchar como retumbaba y los pensamientos iban a la velocidad del sonido. Las emociones traducidas de aquellos pensamientos me hacían dar vueltas en la cama sin parar.

Me levantaba, me acostaba, giraba hacia un lado, hacia otro… y nada. Tuve que darme por vencida y reconocer que no estaba siendo capaz de manejar la oscuridad, el aislamiento, la soledad, la incertidumbre, el miedo, al fin y al cabo. Busqué y encontré la calma en forma de pastilla y me dí por vencida. Quise dormir para no pensar. 




Dormir es uno de los mayores placeres de la vida. Nos acostamos como premio a un día agotador, llevamos a cabo algún ritual personal que nos relaja. A veces soñamos, a veces pensamos en nuestras pasiones, la oscuridad suele ser testigo de momentos de luz, de historias que al resguardo de la noche surgen entre el silencio y el susurro. Me negaba a que el puto bicho también me arrebatara otro de mis placeres, pero me presento ante todos con las manos vacías y gastadas. Me rindo, también eso me lo ha arrebatado. 

Ya no sueño, tengo pesadillas, ya no puedo dormir como forma de placer. Duermo para escapar, para que pase el tiempo. Las horas se hacen demasiado pesadas, los días llenos de apatía son más ligeros si cierro los ojos artificialmente. Me has arrebatado mis sueños, puto bicho.

Quizás otro día hable de lo que me has enseñado, pero hoy sólo me apetece dormir.