domingo, 20 de diciembre de 2015

Dos meses en oncología...

Creo que ya estoy en disposición de compartir mis impresiones sobre mi nuevo destino, oncología. Han pasado poco más de dos meses, me siento afortunada por tener un destino y cruzo los dedos para que mis compañeras tengan esa misma suerte, ya que el hecho de rotar continuamente de un servicio a otro resta mucho en el conocimiento de tus pacientes y del servicio en general, por tanto nuestra eficacia y motivación se ven mermadas.
He pasado de tratar a pacientes neurológicos a pacientes oncológicos. Ambos son servicios que llamamos médicos (se diferencian de los que venimos llamando quirúrgicos) por tanto el salto ha sido muy pequeño por un lado y muy grande por el otro. La diferencia más destacable creo que es la media de edad de los pacientes que tengo ahora. Las primeras semanas observaba cómo el enfermo más mayor podía tener setenta años, lo cual es una media de edad baja. Esto lleva implícitos muchos factores que a la hora de trabajar afectan a la relación enfermera-paciente. Son enfermos que aún tienen mucha vida por delante, con familias que aún no están preparadas para despedirse y por tanto es muy probable que la pena sea un sentimiento más habitual en este servicio antes que en cualquier otro.
No es sano llevarse la pena para casa un día tras otro, por tanto hay que tratar de ser profesional en el hospital, humano a pie de cama, flexible muchas veces en los cuidados y en la relación con el familiar pero inflexible con el momento en que se abandona el hospital y enfermera pasa a ser persona, la pena debe evaporarse igual que el olor del desifectante para las manos si no el sufrimiento no nos dejaría vivir plenamente.
En estos primeros meses he vuelto a soñar con pacientes, sueros, patologías y especialmente con ese día en el que tienes que ir a trabajar pero no llegas porque te equivocas de bus o porque resulta que aún te queda por aprobar una asignatura. Todo ello refleja inseguridad y es lógico cuando se enfrenta un nuevo reto, estoy segura de que cuando hayan pasado algunas semanas más volveré a soñar con calas de Ibiza y zumos tropicales.
En el aspecto más técnico debo decir que lo más complejo es el uso de las quimioterapias, esos cócteles que matan lo malo pero también lo bueno y que crean en el palo de gotero laberintos de sistemas de gotero que hay que mirar con mucho detenimiento. Canalizar las venas ya muy quemadas es otro problema, a esto hay que sumarle que el enfermo oncológico está harto de que le pinchen, el resultado es que hay que ir con más calma y lentitud (siempre que el tiempo lo permita) en el momento de cualquier procedimiento.

Poco a poco tendré algún conocimiento más y podré tener más dudas e incluso opiniones más basadas en la evidencia. De momento estoy contenta de ser "la nueva" por unos meses, la pesada que pregunta y que está con los ojos y los oidos abiertos a ver que es lo que aprende.
No quiero que se me olvide destacar lo agradecido que es este tipo de paciente, está acostumbrado a sufrir, por eso agradece cualquier charla, aunque sea que le digas la temperatura que hace en la calle, esto es muy reconfortante a la hora de trabajar.
Seguiré informando.
Gracias y Feliz Año.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Nuevo destino... Evolucionando

Hola, hoy escribo el blog con una mezcla de sensaciones, añoranza por lo que dejo atrás y emoción por la nueva puerta que se me abre. He tenido suerte porque tras haber cesado mi contrato de interino que me había durado seis largos años he podido regresar al mismo hospital con un contrato más o menos estable, no todas las compañeras han podido volver por tanto puedo reconocer que el azar me ha acompañado. A las demás les deseo suerte, nos volveremos a encontrar seguro.
Seis años en neurología donde he aprendido mucho y me he encontrado con gente que se convirtió en parte de mi familia, iba a trabajar con ganas y cuando había algún problema parace que se hacía más llevadero con su compañía. Eran caras amigables que sabían entender mi pronto y siempre les guardaré un hueco en mi corazón. Recuerdo cuando entré por la puerta de la planta, en el ya viejo hospital y conocí a la que iba a ser mi compañera durante estos años, lo contenta que me puse al ver que era una chica joven que pronto me transmitió una gran ternura, que hoy sigue perdurando. Después de tantos tumbos por fin iba a tener una planta estable y aquello me lleneba de emoción en aquellos momentos.
Hace un mes, se produjeron los ceses y desde entonces hasta hoy he pasado por seis plantas diferentes. He visto como en algunas se siguen manteniendo viejas manías de un viejo hospital y otras se han renovado totalmente. Me he encontrado con gente que hacía años que no veía y he sido consciente de que me hago mayor (esto no me hace tanta gracia) porque ya hablo de décadas pero ayer, por fin, recibo la noticia de que tengo una ubicación estable, oncología. Estoy muy contenta, guardo buenos recuerdos de las veces que trabajé en este servicio, los pacientes son especiales, muchos llevan luchando contra su enfermedad años y tienen una valentía y coraje que merece que los profesionales a su cargo estemos a la altura un poco más de lo normal.


Toca renovar conocimientos y adaptarse mentalmente a la nueva patología, así que estas semanas seré la típica compañera pesada que pregunta todo mil veces y que no encuentra nunca nada en los almacenes, espero que me perdonen. Toca también seguir llevando a cabo el consejo que hace mucho le oí a la supervisora de este mismo servicio y es que para ser buena enfermera cuando se sale del hospital hay que hacer cosas ajenas a la sanidad. Hay que llenarse de actividades, viajar, hacer aunque sea punto de cruz (este no va a ser mi caso). Sólo así podrás llegar con energía a enfrentarse con la enfermedad, no obsesionarse y no convertirse en un ser hipocondriaco. Así que como yo no tengo la edad suficiente para dar consejos a nadie voy a parafrasear a esta enfermera, yo creo que merece la pena el consejo ya que viene a decir que seamos felices, ya que sólo así podrás dar un poco de luz al que está sumido en la mayor de las oscuridades.
Toca empezar...

miércoles, 2 de septiembre de 2015

OPE y baremo.

Incertidumbre e ira, esas son las dos palabras que describen mi estado de ánimo de estos días. Tras no haber aprobado la OPE en el 2012, mi plaza de interina se va al garete tras un cúmulo de ilegalidades que el servicio de salud de Asturias ha tenido a bien llevar a cabo gracias al apoyo de los sindicatos. Tenemos los sindicatos que menos apoyan a los trabajadores, en eso somos ganadoras.
Las noticias del cese de unas 170 enfermeras del hospital circula por los medios de comunicación y decenas de personas con el síndrome antifuncionario se frotan las manos disfrutando con el hecho de que perdamos nuestro empleo, eso me provoca tristeza, rabia e impotencia.
Vamos a cesar personas con una media de edad entre los 30-40 años, con experciencia de entre 10-15 años. Los ceses son de vacantes sólo del hospital porque algún lumbreras ha decidido que en atención primaria no cesen vacantes que han sido ofertadas con 1-2 puntos a gente con una media de edad entre 20-25 años por el hecho de haber aprobado una especialidad. Nuestros propios sindicatos creen que aquellas personas que tienen menos experiencia asistencial pero sí un título, que por ejemplo cuando yo terminé la carrera no existía, tienen derecho a mantener su plaza.
 Yo no quiero el perjuicio de nadie, sólo quiero justicia y sentido común y ojalá todos tuviéramos derecho a un puesto de trabajo estable, eso haría que nuestro sistema de salud fuese más efectivo.
Yo llevo 6 años con mi interinidad. Antes de eso, trabajé 2 años fuera de Asturias cobrando una miseria y llevando plantas yo sola y descansando un día por semana. Después volví a Asturias y estuve unos 5 años firmando contratos que podían durar 2 días o 5 meses. Recibía mi planificación semanal los jueves, por lo tanto no tenía seguridad ni para poder pedir cita a un médico. Cada día me podían mandar a un servicio diferente, oncología, cirugía, neuro, medicina interna... y en todos ellos debía demostrar cada día que al menos sabías dónde guardaban las jeringas. No tenía vacaciones y si quería hacer algún viaje compraba el billete de un día para otro entre un contrato y el siguiente con el miedo de que sonara el teléfono y tuvieras que cancelarlo (todo esto mientras tienes unos 30 años y tienes ganas de vivir un poco la vida).

Luego por fin viene una vacante, me ubican en una planta, tengo cartelera, vacaciones y un sueldo, trabajando a turnos pero siendo feliz de conocer a mis pacientes de un día para otro. A continuación vienen rumores de una OPE y además de todo el sistema quiere que llegues a tu casa y te encierres a estudiar bioquímica de primero o lo que la Constitución dice sobre sanidad. A nadie le preocupa la empatía, la responsabilidad en tu trabajo, la capacidad de comunicarte o de resolver situaciones de urgencia, a nadie le importa si sabes valorar si un paciente está mejor o peor, no...
Admiro a aquellas que han sido capaces de sacar tiempo y ganas para empollar tras haber terminado la carrera hace años, eso que quede claro.
El baremos, eso ya se merecería otro post, pero debo decir que nunca he aprendido nada en ninguno de los cursos que me van sumando puntos. Son pésimos y sólo sirve para que ciertos colectivos se forren con la necesidad que tenemos de ir añadiendo méritos (que no son tal). Gastamos una media de 200 euros anuales en cursos y si quieres ser más práctico puedes apuntarte a un sindicato, te salen más baratos y además disumuladamente te ofrecen las respuestas, ¡¡¡¡bravooo!!!! O mejor aún, ha salido un apartado en el que enfermeras y enfermeros de la talla de científicos como Einstein publican estudios una vez al mes en... las revistas de los ¡¡¡sindicatos!!!! Logrando sumar en 2 años los puntos que yo he sumado en casi 10 años rodando entre planta y planta.
Espero que lean esto aquellos que se frotan las manos con nuestros ceses y que si siguen frotándoselas al menos sea con la información real de lo que está sucediendo.
Salud, suerte y sentido común, ah no que esto es España...

jueves, 28 de mayo de 2015

Las noches

La vida de las enfermeras no se divide en semanas, se divide en ciclos en los que, a los viernes se les llama "salientes de noche", los lunes son la primera mañana y los domingos puedes coincidir en un martes. En los ciclos solemos hacer habitualmente entre 4 y 7 noches mensuales, por tanto las enfermeras (y todos aquellos profesionales que trabajan por la noche) sufren entre 4 y 7 días de "pseudodepresión" en los que todos los que nos rodean nos reconocen insoportables y nosotras mismas nos sentimos insoportables (pero no nos atrevemos a reconocerlo en voz alta).
Los síntomas de lo que vengo llamando "depresión prenoches" son variados y el desánimo es común durante ese día en el que sabes que cuando tu cuerpo te pide meterte en la cama tus piernas deben dirigirse hacia el lugar de trabajo. No tengo datos contrastados pero la experiencia y la observación me llevan a determinar que no voy muy desencaminada cuando hablo de "depresión". Esa mañana te levantas con una vitalidad bajo mínimos, comes a unas horas más raras de lo normal, no te apetece hacer nada en todo el día más que estar en casa, en el sofá y en silencio. Una amplia mayoría de enfermeras no se arreglan para ir a trabajar de noche, el chándal es la prenda estrella para hacer que la transición entre el pijama de casa y el del hospital (y viceversa) sea menos traumático. Necesitamos bebidas energéticas (café o cocacola), muchas compañeras abusan de las chucherías durante el turno de noche y  recuerdo que cuando se permitía fumar, las compañeras fumadoras eran volcanes en erupción.
 El momento de coger el cambio de turno una empieza a despertar de un letargo que ha durado todo el día y asume que la noche ha empezado y que no hay más remedio que trabajar. El cambio de humor es instantáneo, es como un click. Una enfermera se cambia de ropa y click la depresión desaparece, ¿estamos locas o no?

La noche es tal vez el turno más divertido, además del más duro, y es en esas horas intempestivas en las que suceden los eventos más surrealistas. Pacientes que se levantan con el camisón amarrado con un cinturón de cuero, el pañal en las rodillas y el culo al aire buscando la cocina de casa. Pacientes que tocan al timbre y preguntan la hora continuamente. Pacientes que "son" la presidenta de la comunidad europea y que decide vestirse de calle y hacer la maleta para irse. Pacientes que te cuentan que por la mañana les llevaron a Londres a hacerse un TAC "¡Y vaya rápido que se llega a Londres en el ascensor". Pacientes de 90 años que llaman a mamá durante horas (es tierno saber como a las puertas de la muerte una persona con 90 años sigue llamando a mamá). Hay otros que se sienten poseidos por fuerzas sobrehumanas y cuando por la mañana tenían una hemiplejia total por la noche saltan las barandillas de la cama y aparecen en mitad de la habitación. Otros orinan en la botella de beber (no me explico la puntería).
En fin, somos bastante necesarias durante todo el día pero la noche es especialmente delicada para los enfermos. Necesitan de nuestro "arte de cuidar" más que en cualquier otro momento así que ánimo a las que tengan turno de noches ¡Hay que vencer esa depresión! Se nota que hoy he estado de mañanas, ¿eh?

jueves, 29 de enero de 2015

El arma de la ilusión.

La solución de problemas en la vida no dista mucho del proceso de atención de enfermería, el dichoso PAE que nos trae muchas veces de cabeza en nuestro día a día en el hospital.
Valoración, diagnóstico de problemas, planificacón, ejecución y evaluación. No es descabellado pensar que en el momento de afrontar cualquier problema, sea laboral o no, estos pasos nos ayudan a organizar el camino a seguir en la resolución de conflictos.

Llevamos ya ocho meses en el nuevo hospital y los problemas se amontonan causando una profunda desmotivación en el personal. Vivimos tiempos difíciles en los que pocas personas encuentran razones por las que sonreir. Las noticias, la situación económica, la poca capacidad de frustración que tenemos en un mundo en el que todo va cada vez más rápido, son algunos motivos que creo que hace que la sociedad esté triste. El otro día leí que no hay que buscar la felicidad en la vida si no que hay que aprender a vivir y a valorar la vida, lo otro es una utopía que nos provoca frustración y que nos puede llevar a buscar y buscar la tan ansiada felicidad sin encontrarla jamás y sin valorar aquello que se nos presenta. Tenemos dos opciones, o ver la parte positiva o ver la negativa y me temo que en general nos decidimos por ver lo malo. Bajo mi punto de vista esto hace que tras un cambio tan drástico como el de mudarnos de hospital y todo lo que esto conlleva, la gente haya decidido unir sus fuerzas para ver sólo lo malo, así se crea un ambiente contra el que es muy difícil luchar. La gente no encuentra fuerzas para colaborar en la mejora de su trabajo, es mejor quejarse y peor aún, el hecho de que hagas lo que hagas tu recompensa vaya a ser la misma hace que la responsabilidad y la ética personal sean las que guien el desarrollo de nuestro día a día. A todos nos gustan los retos y en la sanidad española no los hay, no hay metas, sólo existe el que uno mismo esté conforme con lo que hace y ya sabemos que hay gente más responsable que otra y más trabajadora que otra. Gran error. Se debería premiar al bueno y castigar al que es menos bueno, por desgracia, así funcionamos.
Hoy hemos creado en nuestro servicio de neurología un grupo de trabajo para intentar evaluar los problemas que estamos teniendo e intentar ponerles solución, estamos en la fase de valoración. Es interesante esta iniciativa y espero que entre todas las integrantes podamos sacar adelante iniciativas que den ilusión al resto porque aunque a veces mis compañeras me digas que vivo en "los mundos de yupi" creo que no hay que perder la ilusión por aquello que hacemos sea organizar unas vacaciones o sea ir a trabajar y no vale echar la culpa a los demás porque nosotros mismos no tengamos ilusión, esa hay que encontrarla en cada uno de nosotros.