lunes, 9 de junio de 2014

Toca cerrar la planta...

Se cerró nuestra planta. Los pasillos están ahora vacios y silenciosos, las luces apagadas, los armarios y estanterías están limpias y todo el material está en cajas.
El cierre de una planta es un procedimiento habitual en los meses de verano pero está vez sabemos que ya no va a haber ningún paciente en las habitaciones pares de la sexta planta y que los timbres no van a sonar nunca más. La historia de la planta se acaba aquí y nosotras somos parte de ese acontecimiento.
Hemos tenido que seleccionar aquellos materiales que creemos que podremos usar en el nuevo hospital o que al menos nos rescaten los primeros días de los posibles fallos en el funcionamiento de la tecnologia novedosa que vamos a manejar a partir del día 15 de este mes. Nuestra intuición nos ha guiado en el proceso de empaquetado y aunque sabemos que nuestra metodología de trabajo va a cambiar de una manera radical, en nuestras cajas van carpertas metálicas para las historias médicas de papel, tensiómetros manuales, volantes para peticiones de pruebas diagnósticas, pegatinas de papel, carpetas de cartón de esas azules, calendarios de publicidad y un largo etc que poco a poco irá desapareciendo de nuestra cotidianidad. Las cajas están todas apiladas y seleccionadas con pegatinas identificativas que marcan la prioridad en su transporte. Se han quedado en la unidad elementos que ya hemos desterrado con muchas ganas, papel de calco (síiii aún había papel de calco), el hornillo que se usaba para calentar la leche, los míticos dosifix, nuestras camas con palancas y barandillas manuales, las tomas de oxígeno que erámos incapaces de hacer que funcionasen, los sofás mil veces tapizados, los palos de gotero que había que arrastrar en vez de hacer rodar, las mesitas, algunas de ellas cojas, los carros de curas con sus bomboneras de gasas y con unas ruedas que hacían un ruido ensordecedor, el carro de paradas que estaba aparcado en la esquina de la planta y donde los nervios no nos dejaban nunca encontrar nada, las lámparas de las cabeceras de las camas, los ganchos metálicos para las bolsas de diurésis (que a mí siempre me parecieron perchas), los carros de la ropa de las camas que eran enormes amarios con ruedas y cuyas puertas ya sujetábamos con trozos de cartón, los timbres en forma de pera que día sí día no el eléctricista tenía que arreglar porque se ponía a tocar solo, los libros de cuidados...



 Dejamos también nuestro cuarto de enfermería con el flexo fundido, la mesa coja para darnos el cambio de turno, la mesita con revistas de seis meses atrás, los armarios donde guardábamos las infusiones o cafés de cada compañera, el armario donde metíamos el bolso y cuya llave ya habíamos perdido unas cuatro veces, el corcho donde pegábamos con chinchetas nuestras peticiones de días libres y un sinfín de avisos y anuncios, nuestro almacén que hacía las veces de vestuario entre las cajas de gasas y sondas nasogástricas...
Seguiremos usando nuestra mediación, apósitos, gasas, agujas y jeringas, sondas de todo tipo de grosor, sueros, alimentaciones enterales, tapones, guantes, llaves de tres vías, sistemas de suero, bombas de perfusión de varias marcas, pañales, empapadores, pomadas, desinfectantes, vendas de todo tipo de anchuras, esparadrapos, tubos de analíticas, abocaths... Por fortuna no todo va a cambiar.
Dejamos también muchas horas de nuestra vida. El día a día con nuestras compañeras que son casi de la familia y la experiencia que allí hemos ido adquiriendo nos lo llevamos con nosotras en nuestro recuerdo y para siempre.
Al terminar de empaquetar todo lo que creímos necesario apagamos las luces y la desolación se apoderó del lugar, me da penita pero al mismo tiempo tengo ganas de ver qué toca ahora, cómo me voy a adaptar y cómo es eso de trabajar al modo de los hospitales del siglo XXI. Si Florence Nightingale levantara la cabeza no se yo lo que opinaría.
Me intriga también qué va a pasar cuando las enfermeras tengamos metida la cabeza en un monitor de ordenador, ¿cambiará nuestra manera de relacionarnos con el paciente? ¿charlaremos menos rato con las compañeras mientras pasamos las constantes a las gráficas?
 En sanidad la mayoría somos mujeres, eso hace que tengamos una vida social muy movida en las plantas, No se si esto es por el factor femenimo mayoritario o es porque nos necesitamos mutuamente y el trabajo en equipo es más ameno cuando conoces y comprendes a tus compañeras. Todas tenemos días malos, todas tenemos un carácter, surgen amistades e incluso enemistades. No se si estó se verá modificado por la entrada en escena de los ordenadores y los robots. ¿La eficiencia se consigue con la una mayor tecnificación o con que los trabajadores seamos felices y el ambiente sea agradable? Hay que reflexionar.
Hoy es mi última noche en el viejo hospital, estos días hay muchos últimos momentos... Toca irse despidiendo. Vamoooooooossssss!!!!!!

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